La claridad del discurso fue una preocupación de los oradores de la antigüedad. Quintiliano le dedicó un capítulo de su tratado Instituciones oratorias y la destacó como la principal virtud que debía cultivar un expositor contra la opinión de “cierto maestro”, el filósofo griego Heráclito, que “enseñaba a sus discípulos a explicar con oscuridad las cosas que decían”. La ilustre recomendación no suele estar presente en el lenguaje jurídico, donde las oraciones extensas, los rodeos para precisar una idea y el vocabulario rebuscado recuerdan más bien a aquellos que “se esfuerzan por no ser entendidos”, según la descripción del escritor romano.
Desde los años 70, cuando el plain language o lenguaje plano empezó a difundirse en Europa, las iniciativas por el lenguaje claro rescatan aquellos valores de la antigua oratoria y proponen técnicas discursivas en función de un ideal de Justicia más próxima con los ciudadanos. La reciente conformación de la Red Argentina de Lenguaje Claro se inscribe en ese movimiento que reconoce entre otros hitos el impulso de los presidentes Bill Clinton y Vicente Fox, en EE.UU. y México, para que las instituciones de gobierno mejoraran la comunicación sobre leyes, programas y servicios.
La Red se presentó en noviembre pasado en el marco de la Segunda Jornada Internacional de Lenguaje Claro: desafíos para consolidar un Estado al servicio de los ciudadanos. A partir de un convenio entre la Secretaría Legal y Técnica de la Nación, el Senado y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, promueve el uso del lenguaje claro en los organismos del Estado y las instituciones públicas.
“El lenguaje jurídico como barrera es un problema que había que empezar a trabajar”, dice Silvia Iacopetti, directora del Sistema Argentino de Información Jurídica (SAIJ). Según una encuesta realizada entre asistentes a cursos de capacitación en la Escuela del Servicio de Justicia y el Ministerio Público Fiscal, los vicios del discurso jurídico se deben a una cuestión de costumbre, a la búsqueda de precisión técnica y elegancia en el estilo y al simple desconocimiento de la escritura.
El lenguaje claro se propone como una respuesta a esos registros de lengua que se vuelven incomprensibles para propios y extraños, cuando la presunta complejidad encubre problemas básicos de redacción. Sus reglas son “un check list que todo aquel que escribe sobre Derecho debería revisar para comprobar si su texto es comprensible, normas de sentido común: una idea por oración, un concepto por párrafo, frases breves, voz activa en lugar de voz pasiva”, dice Iacopetti. La oscuridad no es un efecto de la terminología sino de la sintaxis.
La claridad es también un requisito para el diseño de los textos: espacios amplios, un cuerpo de letra visible y párrafos con subtítulos responden al objetivo de crear documentos atractivos para la lectura, donde el público encuentre rápidamente lo que necesita, comprenda el mensaje y pueda utilizar la información.
El lenguaje claro postula que la comprensión es un derecho y se asocia con la idea de lectura fácil, la adaptación de textos para personas con discapacidades cognitivas en base a reglas desarrolladas por la IFLA (Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas). Como parte de la iniciativa, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos desarrolló los sitios Derecho fácil –leyes, decretos y resoluciones que aplican sobre cuestiones de la vida cotidiana de las personas en una versión sin términos técnicos– y Justicia cerca –orientación sobre situaciones vinculadas con el Derecho–.
Escribir en lenguaje claro puede ser difícil sin una reflexión sobre el lenguaje. En “La perspectiva lingüística del acceso a la Justicia”, Mariana Bozzetti, coordinadora técnica de la Red, advierte que el usuario debe conocer no solo los contenidos que quiere transmitir sino también los recursos lingüísticos, los géneros discursivos y las estrategias de comunicación con el público al que se dirige.
“Considero ineficaz lo que no puede entender un auditorio promedio”, decía Quintiliano. El lenguaje claro no podría expresar mejor, hoy, su horizonte de expectativa.